Dado el caos que impera en la ciudad, a nivel de tráfico, no es de extrañar que el que pueda, deje el coche en casa. Y normalmente en los transportes públicos pasan bastante tiempo. El más auténtico, sin duda es el vapur. Los barcos de Estambul, que cruzan el Bósforo de Asia a Europa y viceversa, que lo recorren de principio a fin, cogiendo y dejando pasajeros.
Sin lugar a dudas, es mi favorito, tal vez sea porque provengo de una ciudad que, por desgracia, no tiene mar. Puede que por ese motivo, y por su comodidad, lo utilice cada vez que puedo. En el vapur puedes pasarte horas, observando el día a día de la ciudad, a las personas que vienen y van al trabajo, a casa, a encontrarse con amigos.
Si eres, como yo, de los que te gusta “tomar el pulso” a las ciudades, el vapur te encantará. Evidentemente cualquier transporte público sirve para ese menester, pero el vapur es más tranquilo. En él se puede observar mejor lo que te rodea.
Los barcos de Estambul
Desde el momento en que se abre la puerta de acceso al barco, donde se ve gente estresada, deseando no perder la conexión, corriendo para alcanzarla, hasta el momento en el que cada uno ocupa sus asientos, pasan tan sólo unos minutos. Pero esos minutos transforman a los pasajeros en seres calmados de nuevo.
Los turcos, por norma general, no suelen hablar en voz muy alta en los transportes públicos. Es como una muestra de respeto hacia el resto de los pasajeros, por lo que es raro escuchar conversaciones ajenas, tan sólo susurros y risas contenidas.
Los vapur, a mi modo de ver, son un medio de transporte que hay que probar. Además de por su comodidad, por trasladarte de un continente a otro en apenas unos minutos, por todo lo que conlleva.
Hay dos experiencias diferentes que vivir en los barcos de Estambul, y puedes probar ambas, pero te recomiendo que en viajes diferentes, y evidentemente dependiendo de la época del año en la que disfrutes de la ciudad.
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El ferry de Estambul a Asia
Si decides sentarte en la parte superior, al aire libre, disfutarás de unas vistas impagables de la ciudad. Tanto si viajas a Üsküdar o a Kadiköy, verás alejarse de ti la torre Galata, el puente del mismo nombre, el abarrotado embarcadero de Eminönü, la preciosa estampa del Serrallo, con el palacio de Topkapi, la mezquita Azul y Santa Sofía de fondo.
Disfrutar de la bella Estambul, el sonido del mar, los graznidos de las gaviotas, que buscan un trozo de simit, y la brisa revolvíendote el pelo, de verdad, no tiene precio. Es un recuerdo impagable de la ciudad.
Verás cruzarse a los barcos de pescadores, tan sólo pequeños botes, diminutos en comparación con el tamaño de los vapur, a los gigantescos petroleros, barcos de contenedores, enormes cruceros que parecen rascacielos sobre el mar, barcos privados donde se celebran eventos con bailes, yates… Oirás bocinas a modo de saludo, personas de todas las nacionalidades saludando de un barco a otro.
Como te digo, inolvidable.
Y de regreso, intenta sentarte dentro, junto a una ventana, donde ver, tan sólo, a la población de estambulitas de vuelta a casa. En la parte cerrada de los vapur es común encontrar una pequeña cafetería, donde puedes pedir té, nescafé, simit, y galletas de todo tipo.
Disfruta de un té mientras observas, y, si tienes suerte, escuchas. Es muy común en los vapur ser deleitados con música en directo. La música callejera es habitual en Estambul, y a mi modo de ver, enriquece la ciudad enormemente. Lo mismo sucede en los vapur.
Ahí es donde, a priori, distinguirás a los turistas de la población autóctona. Los extranjeros, las primeras veces, lo miramos con curiosidad, ver a alguien colocarse en el centro, normalmente en una zona donde no molestar al paso de transeúntes, comenzar a sacar instrumentos de sus fundas y disponerse a tocar.
Los turcos lo han visto y vivido tantas veces, que ese proceso tan sólo llama la atención a los más pequeños. Ahora bien, cuando comienza la música, es otra historia.
Hay músicos de todo tipo, algunos que tan sólo tocan instrumentos, y otros que además cantan. Y evidentemente es música autóctona.
Obsérvalos detrás de tu té y te arrancarán una sonrisa. Desde la gente mayor a los adolescentes, se arrancarán a cantar, algunos tan sólo moviendo los labios, sin dejar de mirar el móvil o leer un libro. Otros sin ningún tipo de disimulo o pudor. Los he visto incluso ponerse a bailar allí mismo.
Es una maravilla observar a personas de todo tipo en los barcos de Estambul, de clase alta o baja, de edad avanzada o adolescentes, unidos por la música, mientras los turistas lo graban todo fascinados.
Semejante toma de contacto con la realidad de Estambul, con la belleza de su ciudad, por la abrumadora cantidad de, lo que viene a ser al cambio, un euro.